4 Segunda mitad del siglo XVII

EL ORÍGEN DE MANZANITA

Parece que los navegantes hispanos volvieron a tener cierto contacto con la costa del actual Estado de Oregón, pero en esta ocasión no se debió a ninguna expedición de exploración o descubrimiento ordenada por las autoridades novohispanas, sino a la fatalidad de un naufragio ocurrido en algún momento entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, tal y como demuestran ciertos hallazgos descubiertos cerca de la desembocadura del río Nehalem. Según el experto en naufragios Robert F. Marx, en su obra Shipwrecks in the Americas,[1] a lo largo de la playa se recuperaron fragmentos de madera, trozos de cerámica china y grandes cantidades de cera de abeja. Una de esas piezas de cera tenía grabada la fecha de 1679 y otras tenían marcas que indicaban su origen español, por lo que los restos debían pertenecer a alguno de los galeones de Manila desaparecidos durante el viaje de regreso a Acapulco.

Dos son los navíos candidatos a haber protagonizado dicho naufragio: el galeón llamado Santo Cristo de Burgos, perdido en 1693, y el galeón nombrado San Francisco Xavier, desaparecido en 1705. El primero de ellos había zarpado desde Filipinas hacia la Nueva España a finales de 1692, pero cuando llegó a montar las islas Marianas, el 7 de noviembre, se desarboló del palo mayor, trinquete y mesana, por lo que al quedarse sin vergas, masteleros, palos y jarcias hubo de regresar de arribada a las Filipinas, para volver a salir rumbo a la Nueva España el año siguiente. Zarpó de nuevo a primeros de julio desde el puerto de Naga, bajo el mando del general Íñiguez del Bayo, con destino a Acapulco, pero nunca llegó al puerto novohispano. De la fatal pérdida avisaron las autoridades hispanas de Filipinas ya en 1695, y contaron que:

“sin embargo de haber ido con tiempos favorables experimentó el fatal suceso de no haber llegado al puerto de Acapulco ni a otro de los Reinos de la Nueva España ni demás dominios de V.M., de donde se pueda tener noticia de su paradero, siendo la más cierta el que se habrá perdido, pues de otra suerte no dexara de saberse ya de este navío, mayormente haciendo dos años que salió de estas islas y siendo el tiempo regular de su navegación de seis a ocho meses quanto más”.[2]

El arqueólogo Scott S. Williams apuntó durante sus investigaciones[3] que dicho galeón se hundió cerca de Manzanita, un pequeño pueblo costero de Oregón, que en la actualidad aún conserva su nombre español, ubicado en el Condado de Tillamook. Parece ser que viajaban doscientas treinta y una personas en el navío, de las que quizás muchas sobrevivieron, y que, según los registros de pasajeros llevados a cabo en Filipinas, aproximadamente ciento setenta de los hombres a bordo eran españoles, incluidos nobles, militares y clérigos, así como marineros comunes, y alrededor de sesenta y cuatro miembros de la tripulación eran hispano-filipinos, chinos, malasios y posiblemente japoneses y africanos.

El segundo candidato, el galeón San Francisco Xavier, desapareció en 1705, después de haber partido desde Cavite hacia Acapulco. El ilustre marino e historiador Cesáreo Fernández Duró, en el volumen VI de su obra Armada Española desde la unión de los Reinos de Castilla y Aragón, recoge que tras su partida nada se supo de él,

“ni una tabla, ni objeto de cualquiera especie, grande o pequeño, ha servido de indicio a conjeturas de que se estrellara en escollo ignorado o de que fuera sorbido por las olas con todo cuanto llevaba a bordo; el general D. Santiago Zabalburu, hermano del Capitán general de las islas, D. Domingo, la tripulación, los pasajeros, en cuyo número figuraban familias enteras bien acomodadas. El Océano guardó el secreto de la tragedia horrorosa”.[4]

Estudios más recientes, como los llevados a cabo por la Oregon Historical Society[5] han supuesto, además de una ardua tarea de investigación en el Archivo General de Indias, un minucioso estudio de los restos hallados en la costa de Oregón, considerando una gran diversidad de factores como los análisis de georradar (GPR) y las consecuencias que sobre ellos debió tener el terremoto y tsunami llamado Cascadia, ocurrido en 1700 en la tierra de los nehalem, que fueron los que hablaron del hundimiento del barco a los primeros europeos llegados a la zona muchos años después del naufragio. Aunque dichos estudios tampoco han podido determinar con seguridad la identidad del navío naufragado en esas playas, existen ciertos indicios que nos llevan a pensar que el navío naufragado debió ser el Santo Cristo de Burgos, y que algunos de sus tripulantes sobrevivieron y permanecieron en aquellos territorios. Y es que, tal y como recoge el antropólogo e investigador David G. Lewis[6] algunas leyendas sobre el navío perdido y sus supervivientes han sido transmitidas a lo largo de los tiempos por las tribus de la región. En una de esas historias, recogida en la obra Coyote Was Going There: Indian Literature of the Old Oregon Country[7] se cuenta como una anciana, tras haber llorado durante un año la pérdida de su hijo, se acercó a pasear hasta la playa, cerca de un poblado clatsop, una fracción del pueblo chinook, y vio algo que llamó su atención. Lo primero que pensó fue que era una ballena pero cuando se aproximó distinguió dos abetos sobre ella y descubrió que se trataba de un monstruo que no supo identificar; se acercó hasta él y observó que su lateral estaba cubierto de cobre, que los abetos estaban atados con cuerdas y que había gran cantidad de hierro; entonces salió un oso y se paró sobre lo que allí yacía. Vio la anciana que parecía un oso, pero su rostro era el de un ser humano. Mientras regresaba a su aldea iba pensando que su hijo estaba muerto y que el monstruo del que tantas veces había escuchado hablar en las historias de su pueblo estaba en la orilla; así se lo hizo saber a las gentes del poblado, que se acercaron hasta la playa y recogieron el cobre, el hierro y el latón procedente de tal monstruo, que por supuesto no era tal, sino un navío naufragado al que después prenderían fuego, y observaron que lo que parecían osos eran realmente  dos  hombres que salían a la playa pidiendo agua. Llevaron entonces a los dos supervivientes ante dos jefes clatsop y estos comerciaron los metales obtenidos del naufragio con gentes de otros pueblos cercanos que se habían acercado hasta allí, y que después los utilizarían para elaborar joyas y ornamentos o para hacer cuchillos y otras herramientas.

Y es que el hecho de no existir registros de los nativos de Oregón y Washington practicando minería o forja de metales de ningún tipo nos lleva a la conclusión de que fueron los náufragos quienes les enseñaron cómo trabajar el metal. Así, los supervivientes se habrían ganado el respeto de las tribus y no sólo habrían interactuado con ellos en aspectos relativos al intercambio de conocimientos, sino también en cuanto a la descendencia, ya que parece que el apellido de uno de ellos se transmitió a su hijo y a también a una tribu o un pueblo llamado Soto.

Varias son las referencias que existen sobre la tribu o el pueblo de Shoto. La primera de ellas aparece en la documentación originada tras el viaje de Lewis y Clark de 1805,[8] según la cual se trataba de una tribu que residía en el lado norte de Columbia, detrás de un estanque y casi enfrente de la desembocadura del río Multnomah (en la actual Vancouver), en una aldea de ocho casas y cuatrocientas sesenta almas. Según David G. Lewis, para 1805 el hijo del superviviente del naufragio apellidado Soto pudo haberse convertido en jefe por derecho propio y establecerse en una aldea río arriba del lugar del naufragio del galeón. Esta tribu habría estado alineada políticamente, como otras aldeas autónomas, con una de las principales tribus de chinosokans, y la alianza probable sería con los multnomah. Soto sería el jefe de su aldea y para entonces tendría ya una edad avanzada, de al menos 50 años o más. En cuanto a la segunda referencia, esta es la que aparece en los relatos del explorador Gabriele Franchère,[9] que en 1812 visitó el pueblo de Soto y lo ubicó río arriba, frente a la isla que Lewis y Clarke habían llamado de Strawberry. Allí, cuenta Franchére, se encontraron con un viejo ciego, que les dio una cordial recepción, y que el guía que les acompañaba dijo que era un hombre blanco y que se llamaba Soto. Aprendieron por boca del anciano que era hijo de un español que había naufragado en la desembocadura del río, que una parte de la tripulación consiguió llegar a tierra a salvo, pero todos fueron masacrados por los clatsops, a excepción de cuatro, que se salvaron y se casaron con mujeres nativas. También les contó el anciano que estos cuatro españoles, de los cuales su padre era uno, disgustados con la vida salvaje, intentaron alcanzar un asentamiento de su propio pueblo hacia el sur, pero nunca más se supo de ellos, y que cuando su padre y sus compañeros abandonaron el lugar, él mismo era bastante joven. La tercera referencia que conocemos sobre el pueblo de Soto es la que hizo en 1813 Alexander Henry.[10] Parece ser que dicho pueblo era entonces un refugio seguro para los tramperos, no como otros cercanos en los que los naturales solían mostrarse muy hostiles y defensivos hacia los comerciantes de pieles. La ubicación del pueblo en este relato también estaría más arriba de la que determinaron Lewis y Clark. Aunque hemos de tener en cuenta, tal y como explica David G. Lewis, que no era raro que las aldeas se mudaran periódicamente para diversas actividades de recolección de recursos (campamentos de pesca, campamentos de recolección de raíces, campamentos de caza) y para la vida estacional (aldea de invierno, aldea de verano). De hecho, la tribu cascades, justo por encima de la aldea de Soto mencionada por Henry y Franchére, se mudaría anualmente a una aldea en una isla frente a Fort Vancouver, probablemente la isla de Hayden, como su aldea de invierno.

Conociendo las leyendas de los nativos y las referencias de los exploradores europeos en cuanto a los supervivientes del naufragio y la existencia de un pueblo llamado Soto, podríamos llegar a determinar que el navío que se perdió en la costa de Oregón fue el Santo Cristo de Burgos, ya que en el listado de la tripulación y los pasajeros que viajaban en él, aparece un marinero a bordo llamado Francisco de Soto.[11] Le podemos encontrar tanto en la primera visita que se realizó al galeón en el puerto de Cavite en junio de 1692 (Francisco de Zotto), como en la segunda, y última, visita que se hizo al galeón en la bahía de San Miguel, en la Ensenada de Naga, en julio de 1693, antes de partir de regreso hacia Acapulco (Francisco de Soto).


  1. Marx, Robert F. Shipwrecks in the Americas, Dover Publications Inc., New York, 1987.
  2. MECD, AGI, Filipinas 26, R.4, N.18.
  3. Ver Beewax Wreck en http://maritimearchaeological.org/beeswax-wreck/history/.
  4. Fernández Duró, Cesáreo. Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón, Tip. Sucesores de Rivadeneyra, 1895.
  5. Oregon’s Manila Galleon, Volume 119, Number 2, Summer 2018.
  6. En https://ndnhistoryresearch.com/northern-oregon-coast/
  7. Ramsey, Jarold. Coyote Was Going There: Indian Literature of the Old Oregon Country, University of Washington Press, 1980.
  8. History of the expedition under the command of Captains Lewis and Clark, to the sources of the Missouri, thence across the Rocky Mountains and down the river Columbia to the Pacific Ocean, 1804-1806, en la Colección de la Biblioteca Thomas Jefferson, Biblioteca del Congreso.
  9. Franchère, Gabriele. Narrative of a voyage to the Northwest coast of America, in the years 1811, 1812, 1813, and 1814, or, The first American settlement on the Pacific, traducido y editado por J.V. Huntington, New York, 1854.
  10. New Light on the Early History of the Greater Northwest, The Manuscript Journals of Alexander Henry and David Thompson, 1799-1814, edit. Elliott Coues, Cambridge Library Collection, 2015.
  11. MECD, AGI, Filipinas 26, R.4, N.18.

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Los orígenes hispanos de Oregón Copyright © 2022 por Olga Gutiérrez Rodríguez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional, excepto cuando se especifiquen otros términos.

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