12 Expedición de Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra

Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra habían iniciado en julio de 1789 su expedición política-científica alrededor del mundo, a bordo de las corbetas Descubierta y Atrevida.[1] Se trataba de una empresa marítimo científica ilustrada, que respondía al interés europeo existente por las ciencias en esta segunda mitad del Siglo de las Luces, y cuya finalidad era la de visitar las posesiones de la Monarquía hispánica en América y Asia para cartografiar las costas, confeccionar cartas marinas más precisas y recoger información de los lugares visitados, en cuanto a geografía, botánica, zoología, geología, etnografía, etc. Curiosamente, al finalizar una etapa de la expedición y llegar al puerto de Acapulco, una de las órdenes que habían recibido del monarca hispano era la de buscar el llamado Pasaje del Noroeste, pero también la de informar sobre cualquier asentamiento que existiese en aquellas tierras de la Alta California, ya fuese ruso o inglés. Navegó pues Malaspina hasta la bahía de Yakutat y la ensenada del Príncipe Guillermo, para comprobar que tal pasaje no existía, después, tras pasar por el puesto de Nutka, regresó al de Monterrey.

En el Diario que escribió Malaspina durante su navegación se recoge lo siguiente sobre las costas de California:

“divídese comúnmente la California en Vieja y Nueva. Aquella comprende toda la Península que corre desde el cabo San Lucas hasta el puerto de San Diego en latitud de 32º 16, y por Nueva California se entiende el terreno que sigue desde este último paralelo hasta el de 43º en que se halla situado el cabo Blanco de Martín de Aguilar”.[2]

De las tierras más allá del paralelo 43º indica Malaspina en la relación de su viaje que no puede dar noticia de mucha calidad,

“ya que ninguno de nuestros navegantes modernos las han descrito, y probablemente no las han disfrutado, y  las noticias que da el redactor del viaje de Sebastián Vizcaíno, además de no comprender aquellas particularidades que en el día son tan necesarias, parecen también algo exageradas, comparándolas con el estado actual de estos países”.[3]

Pero Malaspina no solo apuntó en su Diario sus observaciones, sino que también hizo acopio de las noticias recibidas tras la expedición de 1775, anotando en él que:

“los señores Heceta y Cuadra, que en 1775 estuvieron en el puerto de la Trinidad y en el río inmediato de las Tórtolas, hacen mención particular de la frondosidad de estos parajes, igualmente que de la del puerto de Cuadra, que visitó este Comandante en 1790 a su regreso del Norte. El río de Martín Aguilar presenta en sus orillas, y hasta en sus mismas aguas, árboles y troncos de un tamaño singular, y, finalmente, el inglés Francisco Drake asemeja estas costas a las de Inglaterra por su frondosidad y ameno semblante. Lo que debe exceptuarse de esta general fertilidad son las sierras que forman el cabo Mendocino, el cual, como más saliente al Oeste y puesto casi como una barrera a los violentos esfuerzos del océano se presenta acantilado, compuesto de una sola masa de piedra y escarpado casi a pico, de modo que la vegetación parece ser un objeto secundario en este oportuno antemural”.[4]

LOS YAKUTAT-TLINGIT Y LOS NUU-CHAH-NULTH

Si para conocer algo mejor el ámbito de los nativos de la costa noroeste en la segunda mitad del siglo XVIII, y adentrarnos en la parte más etnográfica de la expedición de Juan Pérez de 1774, hemos recurrido en esta aproximación histórica al estudio de algunas de sus vestimentas y objetos conservados en las colecciones del Museo de América de Madrid, para estudiar ahora los aspectos etnográficos de la expedición de Alejandro Malaspina, así como la inmediatamente posterior de Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés y el asentamiento hispano en la bahía de Núñez Gaona, hemos empleado, además de los textos recogidos en los Diarios y las descripciones de los expedicionarios, los dibujos de los pintores que les acompañaron; dibujos estos que han sido estudiados en profundidad también por Sánchez Montañés.[5] Así, recoge la antropóloga y arqueóloga que el 27 de junio de 1791 los navíos de la expedición de Malaspina y Bustamante y Guerra fondearon en el llamado puerto Mulgrave, en el interior de la bahía de Yakutat, en el sudeste de Alaska, y hay claras evidencias de que se obtuvieron objetos de los yakutat tlingit, que también podrían ser eyak, ya que a finales del siglo XVIII eran pueblos hablantes de eyak los que se encontraban en el entorno de la bahía de Yakutat, aunque estaban siendo dominados por la expansión tlingit, por lo que los nativos con los que se encontraron los expedicionarios eran todavía en parte eyak, aunque las familias destacadas eran tlingit o habían adoptado ya su lengua y sus costumbres.

Tras una estancia de doce días en el dicho puerto, y después de navegar hacia el noreste, hasta llegar a asomarse a la entrada de del Príncipe Guillermo, el 12 de agosto arribaron los expedicionarios a la entrada Nutka, donde ya existía desde el año anterior un pequeño establecimiento, el fuerte San Miguel, la avanzada más septentrional del imperio de la Monarquía hispana, y donde permanecieron dieciséis días. Durante la expedición una serie de dibujantes, algunos artistas profesionales y otros no tanto, ilustraron con sus lápices y pinceles la realidad de los pueblos nativos que observaron. Tanto en la bahía de Yakutat como en la entrada de Nutka, y a pesar de los escasos días de parada de los navíos en ambos casos, los ilustradores hicieron retratos de los jefes, así como una serie de dibujos de indios e indias en los que se reflejan aspectos de la cultura material, vestidos, tocados, adornos, algunos temas relacionados con la organización social e, incluso, algún atisbo de su sistema de creencias. Además, en la bahía de Yakutat, realizaron a modo de viñetas una serie de dibujos que ilustran los incidentes que se produjeron entre nativos y españoles en el último día de parada de la expedición, afortunadamente sin graves consecuencias. Todos estos dibujos nos proporcionan información sobre varios aspectos de la cultura tradicional de los naturales.

En el primer caso sobre los que conocemos como yakutat-tlingit, y en el segundo sobre los que hoy se autodenominan nuu-chah-nulth, particularmente sobre los mowachaht y algunos representantes de otros pueblos de los alrededores de la entrada de Nutka. Nuu-chach-nulth es la actual denominación de los erróneamente denominados nootka en la antropología tradicional y nutka en las fuentes. El origen de la denominación, rechazada hoy en día por los nativos, proviene de Cook, como cuenta José Mariano Mociño en 1793 en su Descripción de la isla de Mazarredo,

“no sé por qué equivocación le daría (Cook) el nombre de Nutca, pues los naturales desconocen este vocablo, y me aseguraron no haberlo sido jamás, hasta que comenzaron los ingleses a traficar en aquella isla. Sospecho que dio ocasión a este error la palabra Nut-chi, que significa montaña, pues los que Cook llamó Nut-ca, nunca han tenido entre los isleños otro nombre que Yut-qual”.[6]

Como bien indica Sánchez Montañés,[7] además de en los dibujos de los ilustradores que viajaron en esta expedición, en los Diarios y en las descripciones realizadas por Malaspina se recoge una interesantísima información del área que entonces él denominó como Costa Noroeste. Información de carácter tanto geográfica como cultural, diferenciando ya tres regiones o provincias, la del norte, la del centro y la del sur. División que actualmente se sigue utilizando por los antropólogos y los estudiosos de dichas áreas, como etnográfica, al considerar ya entonces que todos los habitantes desde la bahía de Yakutat hasta la bahía Dry, en el sureste de Alaska, pertenecían a la misma nación, y aunque él les llamó la tribu de los Tejunés (por estar hechos sus arcos de esta madera), se trata del grupo que actualmente denominan los antropólogos yakutat tlingit. El término tejunés (o tejuneses) no es propio de la lengua tlinglit, sino una palabra eyak que significa persona, lo que nos indica que por aquel entonces los tlinglit se estaban expandiendo hacia territorio eyak e iban incorporando algunos de sus términos a su propia lengua.

Como ilustrador viajaba en esta expedición Tomás de Suria. Los dibujos que Suria realizó en su Cuaderno son apuntes del natural acompañados, además, por sus propios escritos (actualmente se encuentran en la Universidad de Yale, en la colección Beinecke de Libros y Manuscritos raros, Quaderno que contiene el ramo de Historia Natural), y entre ellos destacan los de la bahía de Yakutat, donde, nada más haber doblado las naves la Punta Carrew y haber empezado a adentrarse en la bahía de Monti, en el sureste de la gran bahía, se empezaron a aproximar canoas de indios y se estableció contacto con ellos. Esta bahía se cierra al norte por la isla de Khantaak, en cuyo extremo sur y en una abigarrada cala se encontraba el poblado que se denominó Puerto Mulgrave. Allí llegaron los expedicionarios a finales de junio, tras cincuenta y cuatro días de navegación desde Acapulco, y a una legua del puerto se produjo el primer contacto con los nativos tlinglit. Fue entonces cuando los hombres de Malaspina tuvieron ocasión de observar con detenimiento el kayak, la peculiar embarcación que suele asociarse con latitudes más septentrionales, pero que también utilizaban los tlingit, y que Suria describió y dibujó en más de una ocasión, y también allí retrató al que probablemente era el jefe del lugar en el que fondearon las corbetas, llamado Ankaìvi. A la vista de este retrato y de los comentarios en los diferentes Diarios, y pese a que la breve estancia de Malaspina en Puerto Mulgrave hizo imposible que llegaran a darse cuenta de la compleja organización social de los pueblos nativos de la costa noroeste, y en particular de los yakutat tlingit, los expedicionarios sí recogieron apreciaciones sobre la desigualdad social y percibieron la existencia de nobles, plebeyos y esclavos, es decir, de clases sociales completamente diferenciadas. En concreto, los habitantes de la bahía de Yakutat, como todos los tlingit, tenían una clase de aristocracia compuesta por los jefes y sus familiares más cercanos, que contrastaban claramente con la gente común.

CONTINÚA LA EXPEDICIÓN DE MALASPINA

Mientras permanecieron en Mulgrave la relación entre los expedicionarios y los naturales fue amistosa y, aunque existieron algunos conflictos puntuales, relacionados fundamentalmente con supuestos hurtos hechos por los tlingit cuando subían a la cubierta de los navíos hispanos, ninguno de ellos desembocó en conflicto. Así, los resultados de la estancia en dicho puerto fueron muy positivos y, además del comercio y los intercambios realizados con los nativos, se logró comprobar que no existía el imaginado Paso del Noroeste, se cartografió la costa y se tomaron las latitudes y longitudes tanto del puerto como de lugares cercanos, se estudió la flora y fauna del lugar y se realizó una gran aportación a la etnografía mediante el estudio de la cultura y las costumbres de los naturales del lugar.

De Mulgrave, los hombres de Malaspina continuaron navegando hacia el norte, observaron el cabo Hinchinbrook, a la entrada de la ensenada de Príncipe Guillermo, y después entraron en el canal que forman la isla Montague y la isla Magdalena, llegando hasta los 61 grados, superando así los 60 grados de latitud marcados en las instrucciones de su viaje. Debatieron entonces si continuar hasta los 70 u 80 grados, pero lo avanzado de la temporada les hizo regresar hacia el sur por lo que su siguiente escala fue en Nutka. Allí, en el establecimiento de Santa Cruz, estaba el capitán Alberni para recibirles, ya que Eliza se encontraba ausente. También les visitó el jefe Tlupanamibo, que les ofreció su ayuda frente a la desconfianza del primer jefe Macuina, quien finalmente, después de que los expedicionarios explorasen la costa hasta Tasis, su residencia principal, también les visitó e incluso aceptó que algunas de sus mujeres subieran a los navíos para que pudieran ser retratadas. Suria reflejó en sus dibujos y en su Diario todos estos acontecimientos y, por su parte, los oficiales al mando de la expedición también recopilaron en sus Diarios una interesante información sobre los costumbres de los nutquenses, antes de zarpar hacia el sur para navegar hasta Monterrey. Una vez allí, Malaspina recibió las noticias de los expedicionarios de la Santa Saturnina, y las relativas al descubrimiento del Canal de Nuestra Señora del Rosario (actual estrecho de Georgia) le hicieron pensar en la importancia de realizar una exploración más específica, así que navegó primero hasta San Blas y después hasta Acapulco donde, tras recibir las instrucciones del virrey, dispuso que dos de sus oficiales predilectos, Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés, a bordo de las goletas Mexicana y Sutil, navegasen hasta la bahía de Nutka, circunnavegasen la isla de Vancouver y estudiasen el estrecho de Juan de Fuca hasta el Canal del Rosario.


  1. Malaspina, Alejandro y Bustamante y Guerra, José de. Viaje político-científico alrededor del mundo, Imprenta de la viuda e hijos de Abienzo, Madrid, 1885.
  2. Ibídem.
  3. Ibídem.
  4. Ibídem.
  5. Sánchez Montañés, Los pintores en la expedición de Malaspina en la costa Noroeste. Una etnografía ilustrada, Col. De acá y de allá, Fuentes etnográficas, Madrid, CSIC, 2013.
  6. Mociño y Losada, Ob. cit.
  7. Sánchez Montañés, Ob. cit.

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Los orígenes hispanos de Oregón Copyright © 2022 por Olga Gutiérrez Rodríguez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional, excepto cuando se especifiquen otros términos.

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