5 Expedición de Vitus Bering y Alexei Tschirikov

Fue a finales del siglo XVII, concretamente a partir de 1697, cuando la orden religiosa de la Compañía de Jesús instauró misiones en la península de la Baja California, pero tanto los conflictos con la población nativa peninsular como con el resto de la sociedad colonial novohispana dificultaron mucho su existencia, y sus misiones finalizaron con la expulsión de la Compañía de los territorios de la Monarquía hispánica en 1767. A partir de entonces a los jesuitas les tomaron el relevo los franciscanos, que, con fray Junípero Serra como fundador, construyeron una decena de misiones a finales del siglo XVIII, misiones que con el paso de las décadas llegarían hasta veintiuna en la Baja y Alta California.

La continua comunicación de los colonos y misioneros con la Nueva España, desde donde se recibían frecuentemente los auxilios y los bastimentos necesarios, hizo conocida y segura la navegación por la costa oeste del continente americano, y además también dio lugar a que se adelantasen los reconocimientos por las costas más septentrionales, así como a intentar bloquear el tan temido avance de los rusos y de otras naciones por ese territorio. Para todo ello la Corona decidió crear el Departamento Naval de San Blas y encomendó al visitador general de la Nueva España, José de Gálvez y Gallardo, la ordenación del puerto de San Blas en las costas noroccidentales de la Nueva Galicia,[1] con el fin de facilitar la expansión de sus dominios y mejorar sus rutas comerciales y, de paso, tratar de frenar también las incursiones de los piratas por esas costas. A partir de entonces sería allí donde se construirían los navíos, donde llegarían los bastimentos procedentes de México y de Guadalajara para ser enviados a la Baja y la Alta California, y desde donde partirían tanto las embarcaciones de los exploradores como las que transportaban tropas, misioneros y colonos a los nuevos establecimientos y a los territorios del noroeste del continente americano.

Pero no sería hasta finales del siglo XVIII cuando una serie de circunstancias darían lugar a que la Monarquía hispánica tratase por fin de colonizar la extensa costa norteamericana del Pacífico. Proceso que desembocaría en la fundación de un pequeño asentamiento en Nutka (Canadá), lo que desataría una crisis diplomática de gran magnitud, que estuvo a punto de llevar a España, Inglaterra, Francia e incluso a Rusia a la guerra. Y es que ya desde 1761 tanto el embajador español en San Petersburgo, el marqués de Almodóvar, como otros diplomáticos españoles remitieron numerosas informaciones sobre los movimientos rusos en la costa norteamericana del Pacífico y su interés por participar activamente en la colonización de América desde la península de Kamchatka.[2]

Así, el embajador español advirtió que desde Rusia se había organizado una expedición a las costas americanas en la que participaron el comandante danés Vitus Bering y su ayudante, el capitán ruso Alexei Tschirikov, con la compañía del francés Monsieur de L’Ilse. Tras largos preparativos para la expedición, ambos partieron en septiembre de 1740 con dos navíos, el San Pedro y el San Pablo, y la orden de no separarse, aunque pronto se perdieron de vista el uno al otro por las nieblas y las borrascas. Navegaron al sudeste hasta la altura de 46 grados, pero como no encontraron señal alguna de la tierra que estaban buscando (la del portugués Joao da Gama, la mítica tierra de Gama que se creía que existía entre Kamchatka y el continente americano) se dirigieron al nordeste, y ambos llegaron a las costas de América, aunque en diferentes alturas y sin tener noticias el uno del otro.

Bering descubrió las costas americanas después de seis semanas de travesía, continuó entonces navegando y, tras infinitos riesgos y furiosas borrascas, el 5 de noviembre, estando en altura de 56 grados, su navío se hizo pedazos contra la costa de una isla. Una vez en tierra los hombres de la marinería lograron salvarse, pero allí falleció Bering, “desesperado de volver al comercio de los hombres se entregó a su melancolía y rehusó comer y beber faltándole fuerzas en su vejez para consolarse en tan triste situación”.[3] La tripulación consiguió fabricar una buena barca con los restos del navío y volvió al puerto de Avatscha. Por su parte, el capitán Tschirikov, después de separarse de Bering, navegó hacia el nordeste hasta los 56 grados y desde allí (en el lugar que después sería la base rusa de Sitka) envió varios botes con algunos de sus hombres a tierra, que nunca volvieron. A partir del 27 de agosto, sufriendo tempestades, falta de agua y escorbuto, Tschirikov consiguió avanzar unas 200 leguas más sin perder la tierra de vista,

“sin haber logrado en toda la costa otra ventaja que la de ver veinte y una canoas de cuero, cada una con un hombre, con los quales no pudo lograr ni comercio ni comunicación. Mr. de la Croyere, que iba en este navío y murió en él, dijo que los americanos de estas canoas eran muy semejantes a los habitantes del Canadá, en donde había servido 17 años en las tropas de Francia”.[4]

Los nativos que vieron debieron ser tlingit, pero no consiguieron establecer ningún contacto con ellos, y sin botes pequeños con los que poder explorar la costa en la que se encontraban, el extremo occidental de las Aleutianas, ni poder reponer el suministro de agua dulce, la expedición tuvo que regresar al puerto de Avastsha, de donde había salido, el 23 de octubre de 1741. Una vez allí, recibió Tschirikov el encargo de partir de nuevo en búsqueda del barco de Bering, el San Pedro, y aunque no lo encontró, durante ese viaje pudo divisar la isla de Attu, el punto más occidental del continente americano. Hasta ese momento los rusos no habían hecho más que observar las costas de la América pero, tal y como indicaba entonces el embajador español,

“con todo no ha faltado entre ellos quien haya impreso que las tierras descubiertas por Beering y Tschirikiov se podían llamar con razón la Nueva Rusia a imitación de la Nueva España y la Nueva Inglaterra, porque aunque no han tomado posesión de ellas son dueños de hacerlo siempre que se les antoje y no hay monarca en Europa que las posea y pueda estorbárselo. Así se forman pretensiones”.[5]

También comentó entonces el embajador desde San Petersburgo que:

“si quando los dos navíos rusos estaban a la altura de 45 grados en vez de mudar su rumbo al Nordeste lo hubieran seguido en derechura hacia el Este hubieran arribado muy cerca de la California, y si hubieran continuado al Sudeste, como empezaron, pudieran haber arribado a alguno de nuestros puertos de América. La tierra más próxima a nuestros establecimientos es la que descubrió el capitán Tschirikiov a 56 grados de latitud, y por consequencia distante 13 grados del cabo Blanco, que está a la extremidad de la California”.[6]


  1. MECD, AGI, Guadalajara 511, N.73.
  2. MECD, AGI, Estado 86B, N.100.
  3. Ibídem.
  4. Ibídem.
  5. Ibídem.
  6. Ibídem.

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Los orígenes hispanos de Oregón Copyright © 2022 por Olga Gutiérrez Rodríguez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional, excepto cuando se especifiquen otros términos.

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