10 Expedición de Esteban José Martínez Fernández y Martínez de la Sierra y Gonzalo López de Haro

No podemos olvidar que mientras se desarrollaba la anterior expedición, la de Ignacio de Arteaga y Juan de la Bodega y Quadra, España entró en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos como aliada de Francia, lo que precipitó el conflicto anglo español que finalizaría en septiembre de 1783 con la firma del Tratado de París. Con este mismo Tratado, suscrito entre España, Francia e Inglaterra, quedó reconocida la independencia de las Trece Colonias de Nueva Inglaterra en América del Norte. Pedro Pablo Abarca de Bolea, el Conde de Aranda, que había firmado dicho Tratado como embajador y ministro plenipotenciario de España en París, a su regreso a Madrid presentó una Memoria secreta al Rey Carlos III sobre la independencia de las colonias inglesas en América, advirtiéndole sobre su potencial crecimiento, y en el que se puede apreciar tanto su clarividencia política como su profética visión de futuro. En la dicha Memoria, que al parecer fue desatendida por Carlos III y desconocida por Carlos IV, ya prevenía el Conde de Aranda al Rey sobre el expansionismo de las Trece Colonias con las siguientes palabras:

“La independencia de las colonias inglesas acaba de ser reconocida, y esto, para mí, es un motivo de temor y de pesar. Esta república federal ha nacido pigmea, por decirlo así, y ha necesitado el apoyo de la fuerza de dos estados tan poderosos como la España y la Francia para lograr su independencia. Tiempo vendrá en que llegará a ser gigante, y aún coloso muy temible en aquellas vastas regiones. Entonces ella olvidará los beneficios que recibió de ambas potencias y no pensará sino en engrandecerse. Su primer paso será apoderarse de las Floridas para dominar el golfo de México. Estos temores son, señor, demasiado fundados y habrán de realizarse dentro de pocos años, si antes no ocurriesen otros más funestos en nuestras Américas. Una sabia política nos aconseja precavernos de los males que amenazan”.[1]

No se equivocaba el conde de Aranda, ya que la expansión de los Estados Unidos de América terminaría produciéndose, ciertamente, a expensas de territorios que habían estado bajo el dominio de la Corona hispánica, ni más ni menos que casi dos terceras partes de su actual territorio.

Durante estos años no se realizó ninguna expedición al noroeste del Pacífico, fundamentalmente porque, como consecuencia de la situación bélica, las necesidades del momento pasaron a ser otras, y habría que esperar hasta después de la firma de la Paz con Inglaterra para que se volviesen a enviar dos barcos desde el puerto de San Blas con el fin de evaluar la actividad de los rusos en la zona. Esta sería la expedición de Esteban José Martínez Fernández y Martínez de la Sierra y Gonzalo López de Haro, a quien acompañaba el piloto José María Narváez, a bordo de la fragata Nuestra Señora del Rosario, alias la Princesa, y el paquebote San Carlos, alias el Filipino, que partieron de San Blas el día 8 de marzo de 1788 y llegaron a la costa suroccidental de Alaska en mayo. Desde allí continuaron navegaron hacia el oeste y en junio localizaron a los rusos, que comerciaban con pieles en la isla de Kodiak, donde pudieron observar a los nativos aleutas. Allí, Narváez se reunió con el superior ruso Eustrati Ivanovich Delárov, un marino de origen macedonio que trabajaba para las compañías del comercio de pieles, y este le confirmó que existían siete puestos comerciales de los rusos en la costa de Alaska y que, además, querían tomar posesión de las tierras del estrecho de Nutka, en la costa oeste de la isla de Vancouver. Tras este encuentro, la expedición hispana viajó hacia el este y hacia la isla de Unalaska, donde de nuevo observaron a los nativos aleutianos y localizaron otro puesto ruso, cuyo comandante les volvió a confirmar su intención, obedeciendo órdenes de la emperatriz Catalina II, de tomar posesión de Nutka al año siguiente mediante el envío de una flota para establecer el dominio ruso en esos territorios. Esta isla fue el punto más occidental que los expedicionarios hispanos alcanzaron durante los viajes de exploración por Alaska, ya que desde allí emprendieron el rumbo hacia el sur, de vuelta a San Blas. A su llegada, tras poner en conocimiento de las autoridades hispanas las intenciones de los rusos, Martínez volvió a asumir el cargo de una nueva expedición para ocupar la isla de Nutka antes de que lo hicieran los rusos, o los británicos. También se originó una interesante documentación sobre todo lo sucedido en este viaje, entre ella una Relación anónima escrita desde el paquebote San Carlos en la que se cuenta como:

“habiendo navegado con toda felicidad hasta el 1 de abril repartió el capitán vestidos a la gente por el mucho frío, el día 5 paño para gorras, a unos encarnado y a otros azul, y el día 29 llegamos a los 55 grados donde sufrimos vientos rigurosos (…) sin embargo el 16 de mayo descubrimos tierra a los 61 grados, que decían ser el puerto de Santiago, donde estuvimos cuatro días sin poder entrar, así por los vientos como por las opiniones diversas sobre si era o no dicho puerto (…) navegamos otros 2 días y llegamos el del Corpus adonde decían ser el puerto que buscábamos, ese día anduvieron los botes de un barco a otro, y estuvimos a vista de tierra y del puerto que llamaron Regla”,[2]

así como varios Diarios de navegación[3] y diversos informes que emitió el virrey de la Nueva España, Manuel Antonio Flores, dando cuenta de la expedición y de los continuos conflictos que en ella se originaron entre los oficiales al mando.[4] Entre la documentación que remitió el virrey novohispano se encuentran las notas que Esteban José Martínez y López de Haro intercambiaron en mayo de 1788, estando uno a bordo de la fragata Princesa y el otro del paquebote San Carlos, discrepando sobre el lugar en el que se hallaban, y que nos dan una idea de lo difícil de la ubicación exacta de los lugares en aquellas navegaciones. Así, Martínez, en altura de 59 grados y 48 minutos defendía que la entrada del Príncipe Guillermo:

“es la bahía de Controlleur que cita Cook, yo a esta le he dado el nombre de Floridablanca. La isla que tenemos al S. y O. es la isla de Kayes que le dio el nombre Cook el año de 1778, por nosotros es la isla del Carmen según mi plano, la isla de Montagu es la de Santiago. Cook entró por la parte del N. y E. de ella, los españoles entraron por donde él salió (…) una isla hemos visto que nos demora al S.E.E. 5º S. al mediodía (…) se le ha dado el nombre de isla de Hixosa”;[5]

mientras que López de Haro aseguraba en sus observaciones que:

“la entrada que le dije a vuestra merced era la del Príncipe Guillermo, le vuelvo a repetir lo mismo, y no la bahía de Contralor como me dice en su oficio y que la isla que tenemos al S. y O. es la isla Cayes por el inglés y Carmen por nosotros, pues para ser cierto esto era menester una de las dos cosas o que la latitud de la dicha bahía como la sitúa Cook estuviera mala o que los instrumentos de que nos valemos nosotros estuvieran del todo malo, pues habiendo observado ayer la latitud de 60 grados y 12 minutos ésta me sitúa dentro de la dicha bahía que usted me dice es la del Contralor”.[6]

No obstante este y otros conflictos surgidos entre los oficiales, y las dificultades padecidas durante la navegación, tras esta expedición las autoridades hispanas vieron clara la importancia de establecer en la costa de Alaska una base permanente, ya que, además de los rusos, también la Compañía Británica de las Indias Orientales había emplazado un puesto en el poblado Mowachacht de los nuu-chah-nulth de Yuquot, en el extremo sur de la isla de Nutka, al que habían llamado Friendly Cove, intentando establecer así una base en un punto estratégico tanto para la ocupación de aquel territorio como para el comercio.

Y fue por ello que en febrero de 1789 el virrey Manuel Antonio Flores, a pesar del historial de conflictos que había tenido Martínez de la Sierra en el viaje del año anterior le ordenó partir hacia la bahía de Nutka, para establecer allí un asentamiento permanente que garantizase los derechos de la Monarquía hispánica en la región en cuanto a la anexión oficial del territorio al virreinato de la Nueva España. Seguramente el virrey contaría con él por ser el único oficial disponible en ese momento y porque, además, este se había ofrecido como voluntario. Se decidió entonces que en esta ocasión Martínez, a bordo de la fragata Princesa, iría acompañado de nuevo por el piloto Narváez, y también por López de Haro.

MARTÍNEZ FERNÁNDEZ EN NUTKA

Cuando el 5 de mayo llegó Martínez a Nutka, tomó posesión del dicho territorio, empezó a formar un fuerte de 10 cañones (que sería el fuerte de San Miguel) y levantó varias barracas para la tropa, tanto en el puerto situado a la izquierda como en la misma entrada. Allí se encontró con tres buques mercantes, dos de Boston que justificaban su presencia en el dicho fondeadero con la excusa de refugiarse del mal tiempo, por lo que Martínez les dejó partir, y un navío de bandera portuguesa, de conveniencia, llamado Ifigenia Nubiana, pero con capitán y tripulación británica, y ligado a John Meares, al que apresó. Mientras que Martínez se establecía en Nutka llegó hasta allí otro navío de pabellón británico, el Argonauta, al mando del capitán James Colnett, con material de construcción y trabajadores chinos a bordo. En una entrevista, el capitán británico, con evidente poca diplomacia, le contó a Martínez que cumplía órdenes reales para establecer allí una base británica, y Martínez le indicó que no podía hacerlo por pertenecer ese territorio a la Corona española (ya que Juan Pérez había tomado posesión de la bahía en agosto de 1774, cuando buscaba el Paso del Noroeste), pero el capitán británico se negó a someterse a Martínez, por lo que tras la discusión este decidió arrestarle y apoderarse de los navíos británicos. A los pocos días llegaron otros dos navíos británicos, la balandra Princesa Real, comandada por Thomas Hudson y con las mismas pretensiones que Colnett, y la goleta Northwest America, que Martínez también decidió capturar. Todas las embarcaciones apresadas fueron enviadas a San Blas, y sobre Martínez cayó rápidamente cierto desprestigio en cuanto a su poca diplomacia y habilidad política. Cuando los navíos aprehendidos llegaron al puerto novohispano, el virrey, Manuel Antonio Flórez, estaba a punto de ser relevado por el conde de Revillagigedo, Juan Vicente de Güemes, a quien la situación preocupaba enormemente ya que temía el estallido de un nuevo conflicto con Inglaterra.

Había viajado el nuevo virrey desde Cádiz hasta la Nueva España con un grupo de oficiales de la Armada, que a lo largo del trayecto le mantuvo informado de la difícil situación en los territorios de la costa noroeste de América y de la alarma provocada por los avances rusos y británicos. Entre dichos oficiales estaban los limeños Manuel Quimper y Juan Francisco de la Bodega y Quadra, este último ya había sido nombrado comandante del Departamento Naval de San Blas. Cuando el 17 de octubre de 1789 el nuevo virrey tomó posesión de su cargo, uno de los primeros problemas a los que tuvo que enfrentarse fue la solución del conflicto internacional surgido con el apresamiento de los navíos ingleses por parte de Martínez. Y es que la postura bélica de Inglaterra se hizo aún más fuerte cuando John Meares, de la compañía comercial que había enviado a Nutka los navíos apresados, regresó a Londres y ante la Cámara de los Comunes presentó un memorial, con muchas noticias falsas, en el que decía haber comprado unas tierras en Nutka al jefe de los nuu-chah-nulth, Macuina, y acusaba a Martínez de haber asesinado a un jefe indio y de haber esclavizado a los trabajadores chinos que viajaban con Colnett, razones todas ellas por las cuales llegaba incluso a pedir la guerra contra España.

Esta versión de los hechos, aun estando claramente falseada, o cuanto menos exagerada, fue publicada como un instrumento de propaganda con el que radicalizar la postura de los británicos. Mientras, la política española de mantener en secreto todos los documentos y la información relacionada con sus descubrimientos y posesiones (el Diario de Martínez no sería publicado hasta 1943) hizo que muchos de los escritores contemporáneos, incluidos algunos españoles, aceptaran también la versión de Meares. No obstante, el botánico mexicano José Mariano Mociño, que viajaría tres años más tarde a la zona, recogió en su obra Noticias de Nutka[7] otra versión de los hechos acontecidos, explicando que Martínez en uso de la autoridad que creía justamente tener, pidió pasaportes y mandó aprehender a los portugueses que intentaban establecerse allí y decomisó sus cargamentos; por su parte, los bostonianos Kendrik y Gray establecieron una armonía perfecta con Martínez, confesándose incluso amigos, pero los ingleses, por conducto de su capitán Colnett, intentaron persuadir a Martínez de derechos adquiridos sobre Nutka y de las supuestas tierras también compradas a Macuina (quien obviamente lo negó), que los respaldaban como propietarios de la isla. Martínez entonces mandó arrestar a su interlocutor, lo que tampoco gustó a Macuina ni a su pariente, el jefe nutkense Quelequemo. La anécdota terminó con la liberación forzada de los ingleses, que ofendidos se marcharon amenazando, y en la descarga del temperamento de Martínez sobre el indígena Quelequem, mediante una salva o fusilazo que, según cuenta Mociño, dejó a este príncipe “flotando sobre las aguas y la sangre con que estas se habían teñido contristó sobremanera a los naturales, que echó sobre la fama del Piloto de San BIas la negra mancha de la abominación que generalmente se le tiene en el Archipiélago del Norte”.[8]

Tras todos los acontecimientos ocurridos con Martínez en Nutka, y ante el inminente conflicto, para intentar dar una solución y rebajar el clima de tensión, las autoridades hispanas decidieron que lo más inmediato era poner en libertad a los prisioneros ingleses y restituirles sus navíos, además de ordenar a Martínez abandonar el fuerte de Nutka y regresar a San Blas. Así el 11 de mayo el virrey conde de Revillagigedo firmó los pasaportes de salida de James Colnett y Thomas Hudson para que estos pudiesen abandonar con alguno de sus barcos el puerto de San Blas, y el 31 de julio escribió al conde de Floridablanca, Secretario de Estado, indicándole que:

“mucho celebraré que mi resolución de declarar la libertad a las embarcaciones de Notka haya sido parte para lograr la composición en las diferencias suscitadas entre nuestra Corte y la de Londres, accediendo y satisfaciendo a sus proposiciones sin comprometer el decoro y autoridad soberana ni del Ministerio. Ya navega el capitán Colnett”.[9]

Pero el virrey conde de Revillagigedo, conocedor del valor estratégico de Nutka, continuó defendiendo la fortificación del dicho puerto para poder establecerse allí de manera permanente y segura, por lo que decidió enviar en abril de 1790 desde el puerto de San Blas otros dos de los buques apresados a los ingleses, el paquebote Argonauta y la balandra Princesa Real, en los que viajarían Salvador Fidalgo/Hidalgo y Manuel Quimper, junto con la fragata Concepción, que navegaría bajo el mando de Francisco de Eliza.[10]

EXPEDICIÓN DE SALVADOR FIDALGO Y MANUEL QUIMPER

En esta expedición, además de volver a reconocer el puerto de Nutka y acabar de construir el asentamiento de Santa Cruz y el fuerte de San Miguel, cerca de Yuquot, con el fin de reafirmar la soberanía española de la isla, los expedicionarios también recibieron el encargo de explorar el estrecho de Juan de Fuca, así como las ensenadas del Príncipe Guillermo y la de Cook. Salió a navegar la flota el 3 de febrero y el 5 de abril fondearon los navíos en Nutka, donde trataron de fortificarse construyendo una nueva batería que sería ocupada por soldados de la Primera Compañía Franca de Voluntarios de Cataluña, bajo el mando de Pedro Alberni, donde el día 10 de abril enarbolaron la bandera nacional.

Desde Nutka Fidalgo fue enviado al Norte y Quimper al Sur. El primero navegó hasta el puerto Príncipe Guillermo, llegando allí a finales de mayo, para poco después tomar posesión de la bahía de Córdova (actual bahía de Esquimalt) y continuar hacia el norte por la inmediación de la isla Magdalena hasta fondear en una ensenada a la que dio el nombre de Menéndez (seguramente la actual bahía de Sheen, al final de la bahía de Orca) y desde allí se dirigió hacia un puerto situado en 60 grados y 40 minutos al que llamó Gravina (en la zona nordeste de la ensenada de Príncipe Guillermo), y navegó hacia el sur continuando los descubrimientos hasta llegar a la Rivera de Cook y reconocer la costa hasta su entrada, y tanto en una pequeña ensenada inmediata a la boca del puerto de Revillagigedo (en la costa suroeste de la península de Kenai), como dos millas más adelante hasta la punta de Quadra,  reconoció varios establecimientos rusos. Ancló cerca de él, y anotó en su Diario que en esa zona “la indiada era notablemente numerosa y atrevida”.[11] Tuvo noticias entonces de que los rusos estaban en el río de Cook desde el año 87. El 8 de agosto salió Fidalgo del puerto de Revillagigedo y tres días después fondeó en el cabo de Dos Cabezas, y al sudoeste del dicho cabo se encontró de nuevo con los rusos establecidos en la isla de Kodiak y los nativos aleutas o aleutiiq (cerca del actual Old Harbor). Pudo reconocer Fidalgo el establecimiento, saber que contaba con  “nueve mil indios amigos y vasallos de la Emperatriz”,[12] y tener noticias de cuándo esperaban el relevo los que allí estaban y también de que un año antes una fragata de guerra rusa se había perdido en la zona por causa de un fuerte temporal, tras lo cual decidió iniciar la navegación de regreso al puerto de Nutka. Pero al volver a navegar a las aguas del océano los vientos contrarios le impidieron regresar al dicho puerto, por lo que tras celebrar una Junta con sus pilotos, decidió volver directamente a Monterrey.

Por su parte, Quimper debía cumplir la misión de explorar el estrecho de Fuca, y tras permanecer unos días en la costa oeste de la actual isla de Vancouver, en el puerto Clayoquot, examinando las aguas de su estrecho y levantando un nuevo plano de él, se dirigió al puerto de San Juan, en la costa del norte de la embocadura del estrecho, donde los naturales le dieron noticias de la presencia de los ingleses y también tuvo un encuentro con Wickaninnish, jefe de los tla-o-qui-aht, habitantes del puerto de Clayoquot, y rival del jefe indio de los mowachaht de Yuquot Macuina. Continuó navegando bordeando la isla de Bodega y Quadra (llamada más tarde de Vancouver) hasta llegar a una gran bahía, de la que tomó posesión el día 23 de junio llamándola puerto de Revillagidedo, en honor del virrey novohispano. Siguió su navegación nombrando accidentes geográficos y bordeando el extremo sur de la isla hasta llegar el día 30 a la que bautizó como Rada de Valdés y Bazán, para después adentrase por el canal que llamó de Fidalgo y regresar por el extremo sur del estrecho, pero por la costa del continente, hasta tomar posesión allí de la tierra de la bahía que llamó de Quimper, y también, casi al final de la boca del estrecho, de la bahía a la que bautizó con el nombre de Núñez Gaona (la actual bahía Neah, en el extremo noroccidental del estado de Washington), observando además su importante posición estratégica “que era de buen fondo, abrigada de los vientos 1º, 2º y 3º quadrante, abundante de peces, en particular salmón, sus terrenos fértiles, y en parte llanos donde riegan varios arroyos de exquisita agua”,[13] además tuvieron que bajar algunos hombres de la tripulación a buscar un palo a los bosques cercanos, para hacer con él un mástil, y lo hicieron sin oposición de los naturales, lo que les dio cierta confianza, aunque unos días después un marinero que bajó a lavar la ropa se alejó del resto de los expedicionarios y sufrió el ataque de los nativos. También supo Quimper entonces que ese mismo año habían estado allí cinco embarcaciones extranjeras para comerciar con pieles y que al capitán de una de ellas lo habían matado los habitantes de la dicha bahía de Núñez Gaona, por lo que anotó en su Diario que eran belicosos, intrépidos y ladrones. Desde allí partió Quimper de regreso al puerto de Nutka, pero al igual que a Fidalgo los vientos contrarios le dificultaron la navegación por lo que, tras celebrar una Junta con los pilotos, decidió volver directamente hacia el puerto de Monterrey. Una vez allí se reunió con su compañero de expedición y ambos regresaron juntos hasta San Blas, desde donde dieron debida cuenta de todo lo sucedido al virrey conde de Revillagigedo.[14] De esta expedición también resultaron interesantes planos y mapas.[15]

Mientras, el clima de indignación en Inglaterra provocado por la noticia de los apresamientos realizados por Martínez se acentuaba cada vez más, y ya se estaba hablando abiertamente de guerra entre ambas potencias, así que tanto España como Inglaterra empezaron a movilizar sus fuerzas. El Almirantazgo inglés preparó su marina y una escuadra de veintinueve navíos puso rumbo a España, mientras que, por su parte, la flota española salió de Cádiz en su búsqueda, aunque finalmente no se encontraron. Y es que el gobierno del recién ascendido al trono Carlos IV estaba dispuesto a rechazar las exigencias británicas e ir a la guerra, y para ello España invocó el Pacto de Familia y pidió ayuda a la Francia de Luis XVI, ya que sin su apoyo la posición de la Monarquía hispánica era difícil. El rey francés, en cumplimiento de sus pactos con España, movilizó su armada, lo cual disuadió a los británicos, además, con el paso de los meses la indignación popular en Inglaterra por el asunto de los navíos apresados había ido disminuyendo y finalmente se abrió la puerta a una solución pacífica. Así, el 28 de octubre de 1790 se firmó en Madrid la primera Convención de Nutka, por la que ambas potencias reconocían que la otra tenía derecho a establecer asentamientos en la zona en disputa. El acuerdo celebrado entre España e Inglaterra sobre las instrucciones que habían de darse a los comisionados para llevar a efecto el artículo 1º de la Convención de 28 de octubre de 1790 relativo a la restitución de terrenos y edificios en Nutka se puede consultar en el Archivo Histórico Nacional.[16]


  1. Aranda, Pedro Pablo Abarca de Bolea (Conde de Aranda). Memoria secreta presentada al Rey de España, Carlos III, sobre la independencia de las colonias inglesas en América, después de haber firmado el Tratado de París de 1783; manuscrito, publicado por Jacinto Salas y Quiroga, Madrid, 1847.
  2. MECD, AGI, Estado 43, N.12.
  3. MECD, AGI, Mapas y Planos-Libros y Manuscritos 37 y 38.
  4. MECD, AGI, Estado 20, N.34.
  5. Ibídem.
  6. Ibídem.
  7. Mociño y Losada, José Mariano. Noticias de Nutka: manuscrito de 1793, Universidad Nacional Autónoma de México, 1998.
  8. Ibídem.
  9. MECD, AGI, Estado 20, N.50.
  10. MECD, AGI, Estado 43, N.13 y N.14.
  11. MECD, AGI, Estado 43, N.13.
  12. Ibídem.
  13. MECD, AGI, Estado 43, N.14.
  14. MECD, AGI, Estado 20, N.60.
  15. MECD, AGI, Mapas y Planos- México 423 a 430.
  16. MECD, AHN, Estado 3370, Exp.12.

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