2 Segunda mitad del siglo XVI
INICIO DE LA NAVEGACIÓN ENTRE MANILA Y ACAPULCO
Tendrían que pasar algo más de dos décadas, desde la expedición de Cabrillo y Ferrelo, hasta que en 1565 se empezase a navegar la ruta comercial hacia Filipinas, y España quedase como la dueña absoluta del camino hacia Oriente, para que la Monarquía hispánica pensara en habilitar un puerto en la Alta California, desde el que se pudiera abastecer y proteger a los galeones que viajaban a Manila, ya que sus enemigos europeos estaban al acecho, y los piratas Francis Drake y Thomas Cavendish pronto empezarían sus ataques. Además, y de paso, se poblaría parte de la costa de California y se seguirían buscando las míticas islas Rica de Oro y Rica de Plata, así como el estrecho de Anián o Paso del Noroeste, sobre cuya existencia se especuló durante varios siglos, siendo muchos los navegantes que lo buscaron.
Fue tras la expedición de Francis Drake en 1579 cuando la Monarquía hispánica se propuso proteger lo que consideraba su territorio, y a partir de entonces los virreyes novohispanos auspiciaron sucesivos viajes. Así, en 1583-1584 el virrey arzobispo Pedro Moya de Contreras organizó el viaje realizado por el cartógrafo y navegante Francisco Gali, que había llegado hasta Macao y en su viaje de regreso a México había alcanzado los 37 grados sobre las costas de California. Tres años después, en 1587, se llevó a cabo un nuevo viaje, en esta ocasión apoyado por el virrey Álvaro Manrique de Zúñiga, marqués de Villamanrique, encomendado a Pedro de Unamuno, que regresó con su flota de Macao por la misma ruta que Gali y bajó por las costas californianas desde los 37 grados de altura hasta la bahía que llamó de San Lucas (probablemente la actual bahía de Santa Cruz o del Morro), de la que incluso tomó posesión, pero la hostilidad de los nativos chumash le hicieron regresar al barco, para después navegar desde allí al puerto de Acapulco.
Ahora sí parecía que la Corona y sus representantes novohispanos estaban realmente interesados en la protección de sus territorios del norte, así como en la realización de nuevas expediciones y en la defensa de la costa de California, y es que en 1587 Cavendish había capturado una de las naos de China, el galeón Santa Ana, en el extremo sur de California, cerca de la bahía de cabo San Lucas. Pero fue entonces, en 1588, cuando se produjo la derrota de la Armada española a manos de los ingleses, y una de las consecuencias, entre las muchas que el fracaso de dicha Armada y la nueva situación provocaron, fue un cambio en la estrategia política de la Monarquía hispánica en relación con las expediciones marítimas. Así, entre las órdenes reales restrictivas figuró la de suspender los viajes de demarcación de las costas de las Californias, limitándose estos exclusivamente a los del Mar de California para la explotación perlífera. A partir de entonces la brillante y creciente actividad de exploración científica llevada a cabo por los marinos hispanos pasó a tener unas connotaciones y un carácter mucho más económico, y dentro de esos nuevos intereses se situaría el siguiente viaje, el que en 1596 realizó Sebastián Vizcaíno.
SEBASTIÁN VIZCAÍNO Y LAS EXPEDICIONES COMERCIALES A LAS COSTAS DE CALIFORNIA
Procedía Vizcaíno de una destacada familia castellana, y desde muy joven ya sirvió a la Monarquía hispánica, participando en 1577 en la Campaña de Portugal con sus propias armas y caballos. Fue en 1583 cuando viajó a la Nueva España (aunque su asiento de pasajero aún no ha sido localizado en los archivos españoles), para tres años después embarcarse desde Acapulco a Filipinas, donde permanecería sirviendo al rey hasta 1589. A su regreso a la Nueva España se convirtió en un próspero negociante y comerciante, lo que le permitió empezar a pensar en empresas de exploración por el Mar del Sur. También en esos años fue cuando contrajo matrimonio con Magdalena Orejón, con quien tendría dos hijos, Juan y Lorenzo, y una hija, Ana. Años después un nieto suyo, Nicolás, el hijo de Ana, reclamaría los derechos de población, pacificación y evangelización de las Californias, basándose en los servicios y méritos de su abuelo, y también en los apoyos que, para poder seguir realizando estos viajes, prestó su padre en 1628.
Realizó Sebastián Vizcaíno dos viajes a las costas de la Baja y la Alta California dentro de esta etapa de exploraciones determinadas por su carácter mercantil, es decir, menos científicas y más comerciales que las primeras exploraciones. Su primer viaje o jornada a California se llevó a cabo bajo el mandato del virrey de la Nueva España Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey, obedeciendo a las indicaciones de Felipe II que respondían al Asiento y Capitulación del Negocio de las Californias, relacionado este con el lucrativo negocio de las pesquerías de perlas en las costas septentrionales del Mar del Sur. Para ello ya se había celebrado el Asiento y Capitulaciones para la Jornada de las Californias,[1] iniciado en 1593, donde se establecía que las expediciones comenzarían tres años más tarde y tendrían una validez de veinte años. Una regulación similar, el Asiento y Capitulaciones para la Jornada de las Californias[2] había sido establecido en 1593, declarando que las expediciones iniciarían tres años después y serían válidas podrían durar hasta veinte años. Este primer viaje a las Californias se planteó, en un principio, como una empresa con un triple carácter: de exploración, comercial y poblacional. La expedición está narrada en una Relación escrita por el propio Vizcaíno,[3] en la que se cuenta todo lo sucedido desde que salieron del puerto de Acapulco, con dos navíos, el San Francisco y el San José, y una lancha, la Tres Reyes, y entre cuatrocientas y quinientas personas, tanto hombres casados con sus mujeres, como gente de mar y guerra, hasta que llegaron a la latitud norte de 29 grados, desde donde tuvieron que regresar debido a los problemas que sufrieron en la navegación y al temor ante la proximidad del invierno. En dicha Relación se describen las dificultades a las que se enfrentaron todos aquellos que acompañaron a Vizcaíno, los parajes que reconocieron (Salagua, el Cabo Corrientes, las islas de San Juan de Mazatlán, Culiacán, Sinaloa y la boca de las Californias), la existencia de recursos perlíferos, los encuentros con los naturales en la bahía de la Santa Cruz (que ahora nombraron de La Paz), la toma de posesión de los territorios, la denominación general de la provincia como la Nueva Andalucía, los lugares en los que los expedicionarios permanecieron y los nombres que les dieron a éstos: la bahía de San Felipe (al sur de la bahía de La Paz) y las islas de San Francisco (actual isla Partida) y la de San Sebastián (del Espíritu Santo).
Tanto la Relación de este primer viaje, como las cartas que Vizcaíno cruzó durante los siguientes años con los oficiales reales, mantuvieron el interés de la Corona en cuanto a la presencia hispana en las Californias. Por supuesto, Vizcaíno no dejó de aprovechar también la ocasión en esta correspondencia para solicitar el poder continuar sus descubrimientos, y de paso pedir mercedes para él y para sus hijos.